diumenge, 25 d’abril del 2010

Un manual per vampirs


Com passa amb el dimoni, el poder dels vampirs es troba en el fet que ningú hi creu. I malgrat davant la pantalla ens identifiquem i patim quan algú demana ajut en sentir-se amenaçat/ada per algun d’ells, la veritat és que els hem tancat amb pany i clau al pla de la ficció i ens sentim absolutament sans i estalvis de l’amenaça que podrien representar.

Aquesta idea es desprèn com a part d’una de les orientacions o consells que en Xavier Antoine Terrisse dóna al seu recent llibre “Manual del vampiro moderno” a totes aquelles persones que han decidit o han estat escollits per a renéixer com a vampirs o vampires.

Amb desimboltura i un estil dinàmic, gens pesat , seriós i divertit alhora, l’autor ens parla [com si fos un d’ells] dels orígens, d'on viuen, de les llegendes al seu voltant, de la seva vida sexual, de com identificar-los, de la seva vida social, etc. atorgant-li al vampir un lloc en un món que li pertany tant com a nosaltres.

La barreja que es fa entre elements històrics i objectius amb altres que semblen extrets del còmic i del cinema fan que arribi un moment inquietant on dubtis de les intencions reals de l’autor: si fer-nos riure amb aquesta guia o si riure’s de nosaltres posant-nos davant del nas realitats que no volem veure i en les que no podem creure.

Una obreta deliciosa que m’ha fet passar una bona estona i que recomano.

divendres, 23 d’abril del 2010

Sant Jordi

El Vampiro

Tú que, como una cuchillada,
En mi corazón doliente has entrado;
Tú que, fuerte como un tropel
De demonios, llegas, loca y adornada,

De mi espíritu humillado
Haces tu lecho y tu imperio,
—Infame a quien estoy ligado,
Como el forzado a la cadena,

Como al juego el jugador empedernido,
Como a la botella el borracho,
Como a los gusanos la carroña,
— ¡Maldita, maldita seas!

He implorado a la espada rápida
La conquista de mi libertad,
Y he dicho al veneno pérfido
Que socorriera mi cobardía.

¡Ah! El veneno y la espada
Me han desdeñado y me han dicho:
“Tú no eres digno de que te arranquen
De tu esclavitud maldita,

¡Imbécil! — de su imperio
Si nuestros esfuerzos te libraran,
Tus besos resucitarían
El cadáver de tu vampiro!”

Charles Baudelaire

dissabte, 3 d’abril del 2010

John Ajvide Lindqvist

Por mi parte, tengo la extraordinaria suerte de asistir a un nuevo hito, este en vida, de la literatura fantástica y pienso abrir un espacio al lado de E.A. Poe, H.P Lovecraft o de H. James para colocar a J.A Lindqvist.
Casi tod@s nosotros ya hemos catado algo de su obra a través de Déjame Entrar, novela preciosa que, no tan sólo rescata al vampiro del lodo infame por el que se le arrastra últimamente sino que, además, es capaz de integrar lo preternatural en el día a día de nuestro cotidiano, sin fisuras ni extrañezas.
Parece como si los pies descalzos de los personajes de J.A Lindqvist fueran capaces de dejar rastros en el suelo de nuestra propia casa y uno no puede dejar de mirar al suelo sin, y eso es lo más importante, sentir el más mínimo horror. Creo que coincidiría con cualquiera si dijera que, en la película que se hizo de la novela, uno respiraba cuando aparecía Eli, tal era el volcado de afecto sobre el personaje que, dicho sea de paso, de entre todos parecía si no el más normal, sí el más entero y cercano.
Recientemente se ha publicado en español Descansa en Paz [2005], novela que anunciaba en el anterior post y que me he leído en una exhalación. Advierto que no es una novela de vampiros, tampoco es una novela de zombis de esos pesados y con un ansia obsesiva por sacarle a uno los intestinos. Descansa en Paz es una novela que recrea la muerte en la propia vida de tal manera que casi puedes olerla. Tal es el vacío interior y la desazón que me ha despertado que alguna noche he tenido que cerrar momentáneamente sus páginas para recuperar mi irracional inmortalidad de ser vivo.
Pero además, ésta es una obra que reivindica la fugacidad de la vida y le otorga un lugar propio y deseado a la muerte hasta hacerte llorar porque, Descansa en Paz no es tan sólo el título, sino que además son las dos últimas palabras de esta novela.