El vampiro Vid visita a su esposa e hijo en su antiguo hogar. [Dragan Bibin] |
Suzy McKee Charnas logra darle un rostro al vampiro que, sin desencajar en su historia, se libera de antiguos ropajes para vestirse de actualidad, ofreciendo una visión del mito que encaja perfectamente con el conocimiento que tenemos de nuestra realidad. Exceptuando algún cabo que puede parecer que queda suelto [no tengo claro que realmente lo esté…] como el del nacimiento del vampiro, el resto es una respuesta original que, desde una perspectiva informada y culta, no desvirtúa en absoluto la fascinación que siempre ha despertado el personaje en su vertiente más clásica.
Hace años, en el marco de una correspondencia epistolar, le comentaba a un amigo:
Debe ser el conocimiento de la temporalidad de las cosas la fundamental desgracia del vampiro. Nada tan horrible como vivir eternamente la finalización de todo lo que empieza y se plantea -inicial e ingenuamente- como infinito [1993].
Pero en esta novela, la autora despeja magistralmente cualquier duda mediante un enfoque fundamentalmente cinegético de la psicología del vampiro, al cual le añade unos periodos de letargo que le permiten borrar cualquier rastro de humanidad que su estancia entre los humanos haya podido dejar.
Así pues, el vampiro que se nos muestra no vive muchos años, sino que vive muchas vidas, y en cada una de ellas deja atrás cualquier aspecto [fundamentalmente sentimientos] que sea un lastre y le distraiga en el perfeccionamiento de su técnica como depredador o pensar en otra cosa que no sea su supervivencia. De alguna manera, su larga vida le convierte en una víctima de su propia suspicacia respecto a cualquier cosa que pueda atentar contra ella. No deja de ser una nueva aproximación al concepto de [no]-muerto.
Añadiré, a todo lo que se ha escrito sobre su estructura, que El tapiz del vampiro es una secuencia de cuatro historias distintas que juntas componen una melodía que podrían ser silbadas de manera independiente como si cada parte fuera un estribillo, pero que si se toca entera, la melodía permite recorrer progresivamente la línea de pensamiento desde el del ser humano hasta el del propio vampiro, terminando en un momento puramente introspectivo del personaje, único y muy interesante.
Cuatro historias donde el vampiro no es más que un espejo donde se refleja la complejidad de caras que pueden conformar el prisma de un ser humano. De hecho, estoy convencido que este tipo de Literatura es uno de los preciosos recursos al servicio de nuestro propio conocimiento, básicamente de todo aquello primario y noble que anida profundamente en cada uno de nosotros.
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La cosa ha ido así: Javier Arries preguntó a través de su página si alguien había leído "El tapiz del vampiro” por aquello de conocer y contrastar opiniones. La familiaridad del título me llevó a mi biblioteca y, efectivamente, ahí estaba enterrada entre tantos otros una edición que hacía 21 años que esperaba ser leída [puede costar de entender pero es tal cual, no voy a entrar en detalles…]. Es pues gracias a Javier que he recuperado esta lectura con la que he disfrutado muchísimo y esta es la opinión que me comprometí a darle.